lunes, 25 de junio de 2018

VALS, de Soledad González
Por Grupo Los Delincuentes, en Teatro La Cochera, sábados y domingos de junio.
En escena: Bati Diebel, Giovanni Quiroga, Estrella Rohrstock, Galia Kohan y Paco Giménez; Diseño Sonoro y Composición Musical Guillermo Ceballos; Diseño Lumínico Rafael Rodríguez; Diseño y Realización de Vestuario Ana Rojo; Realización de Escenografía Toto Córrpora; Asistencia de Dirección y Producción Florencia Cisneros; Fotografía Juan Manuel Alonso; Prensa Vanesa Toranzo; Dirección General Cristina Gómez Comini.

Cuando entré a la sala, debí pasar por un espacio totalmente despojado de objetos, con sólo unas pocas sillas tapizadas de negro que, por eso, por oposición, se destacaban sobre el suelo blanco, uniforme.
Tras un breve apagón total, volvieron las luces y aparecieron los actores vestidos de blanco con velos negros transparentes y dos de las actrices, con tocados de tul, blanco en una, negro en la otra. Y la tercera, con una garra con visera. En ese memento advertí que había dos posibilidades para nosotros, los espectadores. O nos dejábamos llevar por la mente advirtiendo que ese blanco del piso y de las telas del vestuario es la luz, la vida, en oposición al negro profundo de las sillas, la muerte, y al negro tenue de las telas transparentes, la muerte en acecho, la muerte que llega, la proximidad de la muerte, ese limbo que, con los tocados que llevan Bati y Estrella, tocado de tul blanco uno, halo vital, la vida que está pero se está yendo, y de tul negro el otro, halo fúnebre, la muerte que no ha llegado todavía pero que ya está presente...
La otra posibilidad otra posibilidad era dejarse llevar por el corazón, órgano vitan y sensible de la visión judeo-cristiana del hombre.
Esta segunda posibilidad fue lo que me pasó a mí cuando el domingo último estuve en el teatro La Cochera viendo VALS. Me dejé llevar por la emoción y sentí que VALS era como una continuación de LA EDAD DE LOS NUNCA que este grupo teatral nos había maravillado tiempo atrás. Con los integrantes del grupo teatral, ingresé al Hades primero y a La Divina Comedia después. Paco empezó a descubrir el cuerpo humano, su cuerpo: cabeza, tronco, dos ojos, dos fosas nasales, etc., etc., etc. Y apela al corazón, el órgano humano que simboliza el corazón.
En otro momento, seleccionando del enorme paradigma de la música bailable, optaron por Tu Cabeza en mi hombro, de Neil Secaka, popular canción de la década de los '60 cuando Paco, Giovanni, Bati, Galia y Estrella eran adolescentes, pero además porque en la letra se apela al susurro "Whisper in my ears" (Susúrrame en el oído), al deseo "What I want to hear" (lo que quiero escuchar), y al amor "That you love me too" (que vos también me amás). Y este susurro se repite, muy suavemente, a modo de susurro, pero a cargo de un coro, como en la tragedia y en la comedia griegas de la antigüedad "That you love me too".
En el Hades griego, Bati, Galia, Estrella, Paco y Giovanni pasan sin solución de continuidad, pero con maestría, por distintos tiempos: el ayer, el hoy, bailan, discuten por el color de la pared. ¿Es blanca? ¿Es azul? En este caso el blanco y el azul son símbolos de las verdades personales, de las verdades con minúscula que, sumándose, conducen a la Verdad con mayúscula, verdad que, como decía Sócrates, sólo pueden alcanzar artistas y filósofos en tanto creadores.
Los cinco actores presentes en escena (Beatriz Gutierrez está ausente corporalmente pero presente conceptual y emotivamente; está su silla que, durante todo el espectáculo, permanece vacía, presente pero vacía, porque Beatriz es parte integrante e integral del grupo Los Delincuentes), nos llevan al Hades, y allí recuerdan y olvidan, están simbólicamente en la puerta del Hades y tienen la posibilidad de beber de las aguas del río Leto y olvidar los recuerdos, como lo hace el común de los mortales, o no beber de esa agua y pasar e los Campos Eliseos, lugar reservado a los que recuerdan, a los sabios, a los artistas, como afirmaba Platón. Porque los artistas son sabios y filósofos porque dedican su vida a la creatividad, porque recuerdan la vida en la totalidad cósmica, en el Universo, lo que que la psicología con Freud primero y Jung después, llamaron el Inconsciente Colectivo.
Al finalizar el espectáculo me pregunté: ¿Los creativos teatrales como Galia, Estrella, Bati, Giovanni y Paco, irán al infierno, al purgatorio o al paraíso de la obra de Dante Alighieri? Y sentí que me invadía una profunda alegría. Ellos, Los Delincuentes, junto a Soledad González y Cristina Gómez Comini, responsable una del excelente texto y de la excelente dirección y puesta en escena la otra, no están destinados al paraíso de la Divina Comedia, sino al Infierno dantesco al que van los que no bebieron de las aguas del río Leto, los que recuerdan y trabajn creativamente con la esencia, con los valores, con el alma, ánima, álito, animé de los seres humanos, con su fuerza trascendente. Porque en el Infierno de Dante están Sócrates, Platón, Aristóteles y otros creadores, otros inquisidores de la esencia del hombre. Y definitivamente Giovanni, Paco, Estrella, Galia, Bati, Cristina y Soledad son verdaderos buceadores de la esencia, de los valores humanos trascendentales.
Realmente un excelente trabajo el que me ofrecieron (regalaron) estas siete personas el domingo pasado en el teatro La Cochera. Y confieso que quiero, que necesito ver nuevamente este trabajo porque es una obra que abunda en símbolos, símbolos exquisitos porque remiten, todos a la Literatura, al Arte Universales (sí, con mayúscula); y quiero rescatarlos a todos.