jueves, 21 de julio de 2011

VALOR AGREGADO

Dramaturgia: Tomás Gianola y Gabriel Andrés Pérez; En Escena: Tomás Gianola y Gabriel Andrés Pérez; Música Original: Clara Presta; Vestuario: Yohana Pereyra; Fotografía-Gráfica: Rosario Gianola; Producción y Operación Técnica: Sebastián Javier Pellegrini Ortega; Puesta en Escena: Tomás Gianola y Gabriel Andrés Pérez. Teatro La Cochera, Ciclo F.E.A.Te.C. 2011

Cuando entramos a la sala, nos encontramos con un modesto taller de zapatería, de esos que, hasta hace 20 años abundaban en Argentina y que hoy, con el "compre-use-tire-vuelva a comprar" que se ha instalado en el mundo, practicamente han desaparecido. En el taller, Leonardo (G.A.Pérez), descalzo y con el torso desnudo, está realizando la rutina que se puede realizar en un taller de compostura de calzado. Leonardo no pasa desapercibido pero tampoco llama la atención, es un zapatero arreglando un par de sandalias rojas. Y entra Esteban (T.Gianola) de un modo torpe, llamanto tremendamente la atención. Viene cansado, maldormido, malhumorado. Pero Leonardo permanece impasible; sí, se conocen, y muy bien. Tan bien se conocen que ni siquiera necesitan mirarse para saber lo que está haciendo el otro.
Leonardo se viste como para ir a comprar repuestos; Esteban revisa y hace cuentas con una calculadora de hace más de 20 años que funciona porque Leonardo la conecta. Y la conecta porque conoce el funcionamiento del taller; ha trabajado durante años en él.
Y cuando Leonardo le pide plata a Esteban para ir a comprar una plancha para zuelas, éste le dice que la saque del bolsillo, es decir que Leonardo mete la mano en el bolsillo delantero de Esteban, accion que, por el modo de uno en el meter la mano en la intimidad del pantalón y del otro de no acusar recibo, suponemos que es cotidiana, muy cotidiana, cómplice.
Y cuando Leonardo ha partido, Esteban, en soledad, toma una caja que sabemos contiene cosas muy importantes para él por el modo en que, cuando Leonardo quiso tocarla, Esteban reaccionó: ¡No, esa no!
La caja contiene zapatos de mujer, y a cada par que Esteban saca, le asigna un nombre. ¿Han sido novias? ¿Amores? ¿Experiencias sexuales? No lo sabemos, pero vemos que al último par, el de sandalias negras con taco, no le asigna nombre, las calza y empieza a caminar trastabillando, sin saber cómo caminar con tacos, pero a medida que avanza en el caminar, se yergue y termina caminando con soltura, con dominio de los tacos.
El café se quema, Esteban se quema; Leonardo no le da importancia, se limita a limpiar la carpeta con un repasador percudido, muy percudido, muy usado. ¿Acaso la relación de Esteban y Leonardo no es una relación percudida, reiterativa, muy usada? Leonardo tiene que irse, pero no se va; Esteban le busca pieza en los clasificados, pero no encuentra; Leonardo dice que, como decía el padre de Esteban, si uno se cae oche veces, se levanta nueve; Esteban le pide de modo imperativo que olvide al padre; Leonardo y Esteban se conocen desde siempre, crecieron juntos, uno como empleado, el otro como hijo del dueño, pero ambos de la misma edad, ambos con el mismo sentimiento que mientras vivìa el padre podían obviar pero que ahora, en el presente de la obra, podrían enfrentar y no se animan, ambos gritando la soledad, la necesidad de tocar, de ser tocado. ¿Qué es si no el clamor de Esteban gritando ¡Tocame, tocame!? ¿Y qué es si no el clamor silencioso de Leonardo cuando se desnuda sobre la mesa de Esteban con el cuerpo temblando por la angustia del "por favor, vení, tocame"? ¿Y qué es si no la finta de lucha cuando Leonardo quiere entregarle el maletín al viejo y Esteban se lo impide argumentando que está cerrado?
La escena final, cuando Leonardo, cambiado, dice que se va, que no sabe a dónde, que no sabe con quién; cuando Esteban le pregunta, le repregunta por tercera o cuarta vez, ¿te vas? y Leonardo contesta , y se va, nosotros, espectadores, nos preguntamos ¿por qué Leonardo no le pregunta querés que me quede?, para que Esteban le diga sí. Porque la obra es un grito desesperado de soledad, dos soledades cuyos motivos podemos suponer, pero que en la obra no se dan, soledad que deberán cargar de modo atávico Esteban y Leonardo.
El texto y la estética de la puesta son un excelente mix de teatro del absurdo con grotesco. Nos reímos a lo largo de la obra, los diálogos, por momentos, son incoherentes, absurdos, obvios, y por eso, muy graciosos. Pero cuando salimos de la sala, cuando yo salí de la sala, lo hice con un sabor agridulce en el alma; dulce porque había presenciado un excelente trabajo; agrio porque me hicieron vivir la soledad inherente del ser humano. Entonces entendí el título, Valor Agregado, eso que tenemos que añadir a las cosas naturales para ser completadas como un bien. Ese valor que tanto nos cuesta agregar-nos para estar bien, para vivir bien; ese valor que no-nos-agregamos y que, por eso, padecemos la inherente soledad del ser humano.
José Luis Bigi

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