domingo, 15 de agosto de 2010

SIMULACRO Y FIN, de Maximiliano Gallo

Actúan EvaBianco, Analía Juan, Lucía Márquez y Eduardo Rivero; Utilería y Vestuario Melina Passadore; Diseño de iluminación Emilio Díaz Abregú; Diseño gráfico Juan Manuel Banegas; Producción Naty Díaz; Asistente de dirección Alicia Visan, Anna Borner y Naty Díaz; Dirección Maximiliano Gallo. Sala DocumentA/Escénicas, sábados de marzo, abril y mayo.

La primera vez que vi esta obra, el día del estreno, salí real y profundamente conmovido. Intuía que había vivido, en aproximadamente una hora y algo más, una gran metáfora, pero no lograba entender de que se trataba esta metáfora. Lo que sí supe inmediatamente es que Maximiliano Gallo es un verdadero creador, un cabal hombre de teatro (esta convicción me vino porque he visto sus anteriores trabajos, como actor, como director y como dramaturgo). Entonces me invadió una inmensa alegría y una gran esperanza; con hombres de teatro (y no uso el término teatrista porque es acotado, limitado, significa buen arreglador o constructor, con oficio, como el dentista, el gsista, el electricista, el pianista -un excelente ejecutante pero no necesariamente creador ya que a éste lo llamamos compositor- e incluso el artista, quien produce un objeto-hecho con arte, con oficio), repito, con hombres de teatro como Maximiliano Gallo, el teatro nunca morirá.
Y fui al teatro a ver Simulacro y fin una segunda y una tercera vez, y comprendí que la gran metáfora de este espectáculo (texto-puesta-actuación-técnica), presentado al mejor estilo realista decimonónico en lo que a actuaciones se refiere, no así en lo escenográfico, es el mundo del siglo XXI.
Nos enorgullecemos y henchimos nuestros pechos hablando de los avances de la tecnología, de la permanente comunicación vía e-mail, twitter, facebook, etc., pero en realidad estamos quizá viviendo la parte de la historia de la humanidad con mayor incomunicación, con mayor soledad, por lo menos de la historia conocida hasta el presente.
Y también se da una característica del siglo XXI, porque no es casual que en ese clima realista se sirva de modo manifiesto un pollo crudo, pollo que termina en el piso. Los delivery y las comidas chatarra son también un ícono de la desintegración de la familia.
En Simulacro y fin hay cinco personajes, cuatro físicamente presentes y uno ausente, el hijo muerto. ¡Cinco personajes y ningún protagonista! Y el conflicto es la necesidad de salvación individual (¡sálvese quien pueda!) a través de la negación del pasado. Y esa es una característica del presente siglo. A lo largo del siglo XX la juventud estudiaba en profundidad la historia social, política y artística con intención de modificarla; en el presente siglo, se omite, en general, ese conocimiento porque existe el convencimiento que "al pasado no se lo puede modificar, tengo que vivir el presente y eso significa que tengo que salvarme".
Las hijas, cada una a su manera, escapan de la realidad. Una a través del estudio de la psicología (¡Quiero entender a los hombres!, parece gritar); la otra con los quehaceres domésticos y soñando irse a vivir al cerro Uritorco (¡Quiero conocer la espiritualidad!, parece gritar); la madre recurriendo al recuerdo del hijo muerto -y paradógicamente olvida a las dos hijas- para convertirse en la misma esencia de lo femenino, el útero, la maternidad, el grito valiente y desgarrado que enarbolaron las Madres de Plaza de Mayo cuando pedían justicia, antes de politizarse a nivel partidario; el padre olvidando el pasado para olvidar la culpa que siente por la muerte del hijo. ¿Fue él verdaderamente el culpable del accidente automovilístico que le provocó la mjuerte al hijo por haberle sacado una fotografía y haberlo encandilado con el flash? Poco importa ya que aquí simb oliza, por oposición a la mujer-útero, al hombre que aprende a querer al hijo desde la concidencia (sé que tengo un hijo porque me lo dijeron) y desde lo cultural.
Esta metáfora del siglo XXI termina con la diáspora: las hijas abandonan la casa, el padre confiessa que abandona a la familia y la madre, con los despojos de su hijo que, paradógicamente están en una bolsas de residuos de consorcio, en su regazo y adoptando ella misma la posición fetal para dejarse porir, para irse.
La historia en sí misma de este espectáculo es de una crueldad inconmensurable, pero la excelente puesta y las excelentes actuaciones de Eva Bianco, Eduardo Rivetto, Analía Juan y Lucía Márquez, despojadas de histerias o exabruptos melodramáticos, hacen que uno tenga ganas, cuando abandona la sala, de recomendarle a los amigos para que asistan a ver Simulacro y fin .   
 José Luis Bigi

GRITO PARA QUE OIGAS EL SILENCIO, de Lucas Domínguez

 Grupo Los de la Vuelta; Dirección Lucas Domínguez; Actúan Toto López y Valentina Marello; Asistente de dirección Adriana de la Vega Viale; Diseño y Realización de Vestuario Jimena Rivas; Construcción Escenográfica Mariana Moriconi; Fotografía Micaela López; Sala Casa Grote, sábados y domingos de febrero y marzo.

Grito para que oigas el silencio... ¿Cuál es el grito? ¿El que emite contenidamente la mujer torturada, vejada, violada? ¿Los que emite el torturador? Sí, cuando uno sale de la sala, lo que hace llevando en sus oídos los gritos proferidos por el torturador, y uno los lleva por un buen rato, y se pregunta (yo me pregunté) ¿cuál o cuales son los gritos quye me hicieron escuchar, que oí? E indefectiblemente uno advierte que noson ni los proferidos por la mujer ni los exaltgados y autoritrarios del hombre, lo que yuo escuché, lo que oí es el grito desgarrador del torturador, hombre arquetípico del solitario timorato que sólo puede tener compañía a través del sometimiento, de la tortura, del poder sobre la otra persona. Porque, ¿qué otro tipo de relación puede establecer un ser humano con soledad existencial, con soledad ontológica? ¿Acaso una relación de igualdad? No, no es capaz de relacionarse en igualdad de condiciones con el otro y, por eso, necesita someter, humillar...
Es claro que la obra, en Córdoba, tiene un referente real, el violador serial Sajen, quien reducía a sus víctimas en Nueva Córdoba abrazándolas y apoyándoles un arma en las costillas. Así, como Sajen, ac túa el hombre de este Grito que no se oye, que se vivencia, que se aprehende en lo más profundo de cada uno de nosotros, los espectadores.
Sajen está casasdo, o por lo menos lo estaqba en el momento en que fue apresado por la policía, es decir que cuando raptaba y sometía erfa un hombre que no distinguimos precisamente con la soledad, pero no porque no la viviera sino porque nosotros nos quedamos, generalmente, con el parecer e ignoramos el ser, la esencia. Por eso nos preguntamos, ¿qué necesidad tenía de hacer lo que hacía si tiene mujer e hijos?
Y claro, tenía mujer e hijos, e incluso era un excelente vecino, apreciado por todos, un ciudadano al que nadie podría imaginar raptor-torturador-sometedor. Pero lo que no pudimoe ver a través de la crónica policial de los noticieros y de los diarios, lo que pudimos apreciar y vivenciar en este ejercico actoral: el torturador está  con familia, con compañía, pero no es sino con la "presa". Por eso el estar, verbo que indica acción y también estado, la acción de estar y el sentir, es la apariencia; la esencia corresponde al verbo ser.
Hasta aquí lo que me dejó, lo que me transmitió este Grito para que oigas el silencio que vi en Casa Grote. Pero habrán advertido que más arriba utilizo la expresión "ejercicio actoral". Y el término, para mí, es el más correcto, aunque también podríamos designar este espectáculo como una "sitcom", más allá de que no se trate de una comedia, pero es una situación única, aunque se presengte con sucesión de tiempo a través de los apagones-ruido de cadenas. El hecho en sí es uno con un pequeño esbozo dinámico que se produce cuando el torturador dialoga con la víctima interiorizándose de su vida, cuando pregunta por la madre, por el perro... Y sí, el torutrador se interesa por la vida de la víctima porque se ha enanorado de ella. Y aquí cabe aclarar que la intimidad se logra a través del cambio del tono de voz, de la risa sincera que invade al torturador cuando se dice a sí mismo "nombre maricón", refiriéndose al nombre del perro de la víctima. Es entonces que advertimos que la única salida posible que le queda al torturador es el sujicidio, el dejar de ser para siemñpre porque su violación, su vejación es a gtravés de una pata de pollo que, después de incrustar (sí, incrustar) en la vajina de la víctima, el torturador lame, y de la sodomización. Y el torturador no soporta la vejación que le ha practicado a la víctima, a la persona que le ha dado, finalmente, el ser, y en consecuencia, se suicida.
Las actuaciones son excelentes; Toto, siendo siempre él mismo, ha logrado matices que lo diferencian de los personajes encarnados en "El grean deschave" o "Eran cinco hermanos....", como por citar algunos roles importantes de Toto, y Valentina Marello, más allá de su reiterado llando que podría resultar monónono, logra mostrarse como el ser , como la esencia de la vida al honbre por esos pequeños camb ios que realiza en el tono del llanto, en el temblar de las manos, en el arreglarse la pollera. Y es de destacar que, al final, cuando el personaje deja de ser el personaje para transformarse en la actriz, aunque su único parlamento sea desde la perspectiva del personaje, la ruptura, el quiebre, lo que en el café concert denominamos cambio abrupto del actor-personaje-actor, lo realiza de un modo excelente.
Para terminar, quiero mencionar que la economía de recursos escenográficos y de utilería (una enorme puerta de chapa con la cadena y el candado que adquieren valor de personajes; una mesa, dos sillas, plato, una petaca de bebida blanca) son realmente apropiados para hacer sobresalir, para resaltar la soledad sórdida del torturador. Sí, realmente pasé un momento agradable, por eos, a los ingtegrantes del teatro Los de la Vuelta, muchas gracias.     
  José Luis Bigi

DIEZ MINUTOS ANTES DEL BESO, de Alberto Rojas Aspel

Grupo Mandinga Teatro; Actúan Teti Cavo y Valentina Marello; Dirección  Alejandro Tonon Andrada; febrero, bar teatro Ciudad de las Artes.

La obra es una comedia de situaciones o sitcom, como se ha dado en llamar aquí en los últimos años a las comedias de situaciones, y por ser una situación, necesita, para llegar a atrapar el público, de comediantes brillantres y, en este espectáculo, Cavo y Marello son correctos, muy buenos, pero nada más.
El espectáculo está presentado como café concert e indudablemente la puesta que vi no tiene nada de café concert, a no ser que se hayan referido, en la presentación, a que el ámbito de actuación es la cafetería de la Ciudad de las Artes. Nada más. Porque sabemos que en un espectáculo de café concert el intercambio de actores-público es permanente, y aqupi no se da en absoluto. Sí hay una serie de apartes, pero no son diálogos interactivos con el público sino reiterados aparte. Y justamente por ser apartes que se reiteran hubiera sido conveniente que se altgeraran desde lo actoral porque cuando los aparte se reiteran en lo temático y en lo actoral, a mí, como espectador, se me produce un quiebre en la atención y, por ende, el interés por seguir viendo el espectáculo. Ya sé lo que el personaje va a decir y cómo lo va a decir.
Y esto ocurre, fundamentalmente, pporque el texto en sí es un soporte demasiado débil, no profundiza en nada, simplemente muestra una dituación cómica, una sitcom que posiblemente sería creíble en chicos de 12/13 años porque actualmente, si le presentamos este espectáculo así como se presenta en el bar de la Ciudad de las Artes a un público adolescente, en lugar de reírse, como lo hizo únicamente una señora entrada en años que estaba entre el público, gritarían seguramente improperios.
Encarar el género sitcom es un verdadero riesgo porque la situación en sí que presenta este tipo de espectáculos requiere, para ser efectivo y para todo público, de comediantes brillantes, no correctos ni muy bueno, sino brillantes.         
 José Luis Bigi

FANÁTICOS DE LA MAMI Una metáfora argentina, de Bati Diebel

Grupo La Cochera con Estrella Rohrstock, Chacha Alvarado, Guillermo Wright, Fernando Castello y Bati Diebel. Dirección de Paco Giménez y Bati Diebel; viernes de julio en Teatro La Calle, domingos de agosto en Teatro La Cochera.


En esta primera década del siglo XXI en que hemos reemplazado la palabra ética (parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre para con la sociedad) por la palabra código (sistema -y por ende arbitrario- de pautas y reglas que permite formular y comprender un acuerdo como el tránsito o la convivencia, por ejemplo), constatar que existen puestas cordobesas que siguen aferradas a la ética, como es el caso de, entre otras y para referirnos únicamente a este 2010, Simulacro y fin, Al final de todas las cosas y Fanáticos de la mami, es realmente reconfortante y saludable. Comprobar que hay hacedores de teatro en Córdoba que apuestan a la ética con estética, dejando de lado la vapuleada código tan utilizada por personas como Diego Maradona (no el jugador sino el hombre) y Ricardo Fort, paradigmas del individualismo yoísta del siglo XXI.
En Fanáticos de la mami el espectador es recibido por los actores, ya en personaje pero también en el rol de actores independientes, que agradecen nuestra asistencia. Y la obra empieza, una sesión de terapia grupal-familiar. Y empiezan a surgir los significantes-significados que se convierten en signos metafóricos de esa metáfora argentina que sugiere el subtítulo. Tenemos, como espectadores, la presencia de tres generaciones: la abuela (inmigrante), la madre (nativa bicultural) y los hijos (argentinos) jugando en un mismo espacio y en un mismo tiempo que conduce el terapeuta.
Muy bien presentadas desde el punto de vista del texto y desde el punto de vista de las actuaciones, esta metáfora, a través del humor hilarante, se convierte en una realidad tangible que atrapa permanentemente la atención del espectador. ¿Cómo no involucrarse en escenas como las que muestras a "la abuela" escondiéndose y reptando debajo de las sillas de los espectadores; los hijos sentándose en la falda de otros espectadores, la abuela buscando unos "huevos grandes" entre los espectadores, el terapeuta sacándole fotos al público con el bebé recién nacido,...? El humor y la excelencia de los actores hacen que estos momentos no se conviertan en una utilización del espectador para riduculizarlo o ponerlo en aprietos sino en un modo de involucrarlo en la historia, en tanto argentinos, como los actores. Y cuando se involucra al espectador haciéndolo parte del espectáculo, éste festeja con alegría, con humor. Porque cuando se involucra al espectador en un hecho teatral es importante hacerlo sentir convocado como parte del espectáculo en sí mismo, hacer que éste comparta protagonismo con los actores-personajes. Y en este caso lo logran plenamente.
Argentina, un país que hasta la guerra de Malvinas no reconocía que er parte de América Latina sino que se creía parte europea en América, se ve reflejada con excelencia por este trabajo que lleva por título Fanáticos de la mami.
En la obra se muestra la falta de identidad de Argentina. La abuela tuvo una hija, la madre, cuyo padre es desconocido. La madre tuvo una hija cuyo padre es un estafacor que se quedó con el negocio y dejó a la madre en el total desamparo (¿crisis? ¿inversores golondrinas? ¿fmi?), y la hija espera un hijo de "un hombre hermoso...", única referencia de identidad, la hermosura. Hermoso, así dice la hija embarazada para referirse al padre de la criatura que espera, pero..., ¿sabemos su nombre, su filiación? No, sólo sabemos que era hermoso, es decir que conocemos su apariencia pero nada sabemos de su esencia. ¿Existe acaso una metáfora más exacta que esa de la abuela, la madre y la hija que paren seres faltos de identidad? Quizá exista, pero lo logrado en este trabajo es excelente, ¡tres generaciones sin padre, tres generaciones sin identidad! ¿Generación del '80 del siglo XIX, acaso? ¿Generación de los '40/50 del siglo XX? ¿Generación de bebés nacida durante la dictadura? ¿Generación de la primera década del siglo actual? Sí, generaciones carentes de identidad porque..., ¿somos latinoamericanos o europeos?, ¿civilizados o bárbaros?, ¿unitarios o federales?, ¿de River o de Boca? Fanáticos de la mami nos plantea ese dilema y nosotros, espectadores, tenemos la posibilidad de respondernos de modo individual.
La obra presenta nuestra realidad como una sesión de terapia familiar y, como dice el terapeuta, busca las personalidades, pero concluye diciendo que somos lugares comúnes: ¿Derechos y humanos?, ¿Campeones del mundo o perdedores abyectos?, ¿Radicales o peronistas?, ¿Progresistas o menemistas? La dicotomía blanco-negro que tan bien expresan Maradona y Ricardo Fort cuando expresan "soy blanco o negro, pero gris jamás; el gris no existe". Y la realidad es gris, como lo han sido nuestros gobiernos democráticos a lo largo de la historia: unos mejores, otros peores, pero ninguno absolutamente unitario ni federal, ninguno absolutamente progresista ni conservador, todos han tenido aciertos y yerros, algunos más de lo primero y otros más de lo segundo, y eso es lo que, como espectador, percibimos cuando terminmos de ver Fanáticos de la mami.
Esta metáfora argentina muestra a una inmigrante, la abuela, que besa el suelo que le dio entidad, que le dio todo lo que tiene, pero también muestra a una madre que dice "tengo ganas de dejar todo e irme a la mierda", y a los hijos que viven porque viven, uno con su música creyendo que testimonia o escribe la historia y la otra bailando frenéticamente sin pensar en las consecuencias que ese baile pueda tener para con su hijo, es decir ese permnente vivir el presente que caracteriza tan bien a nuestros dirigentes que gobiernan para el hoy, para el ya, nunca una política de estado proyectada a un mañana. Y esto se logra de modo maravilloso y repleto de humor con la aparición de la madre, pero no la madre biológica sino la "Madre Patria", vestida al mejor estilo Generación del '80 del siglo XIX, la Belle Epoque-Granero del Mundo, con plumas en la cabeza y un vestido brillante, blanco como la pureza y la castidad, salpicado de rosetones celestes. La biblia y el calefón, las plumas del cabaret y el blanco de la pureza y la castidad.
Cabe destacar la síntess que logró este equipo de hacedores de teatro cuando, al final, posan para la foto. ¿Qué pide el terapeuta? ¿Que digan "cheese", "whisky"? No, les pide que, para salir alegres y felices en la foto, digan "crisis", esa constante que caracteriza a nuestra historia nacionl: ¡crisis!, que de tanto vivirla ya es parte de nuestra identidad nacional, es nuestra seña particular.
Para terminar, creo que debo destacar muy especialmente la excelente y pareja actuación de los cinco actores que están en escena porque a través de esa excelencia en sus caracterizaciones y en el texto, nos hicieron reir a carcajadas a lo largo de algo más de una hora y, a través de ese humor, nos regalaron una acertada radiografía de nuestro ser nacional, una verdadera metáfora argentina.  
José Luis Bigi