domingo, 15 de agosto de 2010

GRITO PARA QUE OIGAS EL SILENCIO, de Lucas Domínguez

 Grupo Los de la Vuelta; Dirección Lucas Domínguez; Actúan Toto López y Valentina Marello; Asistente de dirección Adriana de la Vega Viale; Diseño y Realización de Vestuario Jimena Rivas; Construcción Escenográfica Mariana Moriconi; Fotografía Micaela López; Sala Casa Grote, sábados y domingos de febrero y marzo.

Grito para que oigas el silencio... ¿Cuál es el grito? ¿El que emite contenidamente la mujer torturada, vejada, violada? ¿Los que emite el torturador? Sí, cuando uno sale de la sala, lo que hace llevando en sus oídos los gritos proferidos por el torturador, y uno los lleva por un buen rato, y se pregunta (yo me pregunté) ¿cuál o cuales son los gritos quye me hicieron escuchar, que oí? E indefectiblemente uno advierte que noson ni los proferidos por la mujer ni los exaltgados y autoritrarios del hombre, lo que yuo escuché, lo que oí es el grito desgarrador del torturador, hombre arquetípico del solitario timorato que sólo puede tener compañía a través del sometimiento, de la tortura, del poder sobre la otra persona. Porque, ¿qué otro tipo de relación puede establecer un ser humano con soledad existencial, con soledad ontológica? ¿Acaso una relación de igualdad? No, no es capaz de relacionarse en igualdad de condiciones con el otro y, por eso, necesita someter, humillar...
Es claro que la obra, en Córdoba, tiene un referente real, el violador serial Sajen, quien reducía a sus víctimas en Nueva Córdoba abrazándolas y apoyándoles un arma en las costillas. Así, como Sajen, ac túa el hombre de este Grito que no se oye, que se vivencia, que se aprehende en lo más profundo de cada uno de nosotros, los espectadores.
Sajen está casasdo, o por lo menos lo estaqba en el momento en que fue apresado por la policía, es decir que cuando raptaba y sometía erfa un hombre que no distinguimos precisamente con la soledad, pero no porque no la viviera sino porque nosotros nos quedamos, generalmente, con el parecer e ignoramos el ser, la esencia. Por eso nos preguntamos, ¿qué necesidad tenía de hacer lo que hacía si tiene mujer e hijos?
Y claro, tenía mujer e hijos, e incluso era un excelente vecino, apreciado por todos, un ciudadano al que nadie podría imaginar raptor-torturador-sometedor. Pero lo que no pudimoe ver a través de la crónica policial de los noticieros y de los diarios, lo que pudimos apreciar y vivenciar en este ejercico actoral: el torturador está  con familia, con compañía, pero no es sino con la "presa". Por eso el estar, verbo que indica acción y también estado, la acción de estar y el sentir, es la apariencia; la esencia corresponde al verbo ser.
Hasta aquí lo que me dejó, lo que me transmitió este Grito para que oigas el silencio que vi en Casa Grote. Pero habrán advertido que más arriba utilizo la expresión "ejercicio actoral". Y el término, para mí, es el más correcto, aunque también podríamos designar este espectáculo como una "sitcom", más allá de que no se trate de una comedia, pero es una situación única, aunque se presengte con sucesión de tiempo a través de los apagones-ruido de cadenas. El hecho en sí es uno con un pequeño esbozo dinámico que se produce cuando el torturador dialoga con la víctima interiorizándose de su vida, cuando pregunta por la madre, por el perro... Y sí, el torutrador se interesa por la vida de la víctima porque se ha enanorado de ella. Y aquí cabe aclarar que la intimidad se logra a través del cambio del tono de voz, de la risa sincera que invade al torturador cuando se dice a sí mismo "nombre maricón", refiriéndose al nombre del perro de la víctima. Es entonces que advertimos que la única salida posible que le queda al torturador es el sujicidio, el dejar de ser para siemñpre porque su violación, su vejación es a gtravés de una pata de pollo que, después de incrustar (sí, incrustar) en la vajina de la víctima, el torturador lame, y de la sodomización. Y el torturador no soporta la vejación que le ha practicado a la víctima, a la persona que le ha dado, finalmente, el ser, y en consecuencia, se suicida.
Las actuaciones son excelentes; Toto, siendo siempre él mismo, ha logrado matices que lo diferencian de los personajes encarnados en "El grean deschave" o "Eran cinco hermanos....", como por citar algunos roles importantes de Toto, y Valentina Marello, más allá de su reiterado llando que podría resultar monónono, logra mostrarse como el ser , como la esencia de la vida al honbre por esos pequeños camb ios que realiza en el tono del llanto, en el temblar de las manos, en el arreglarse la pollera. Y es de destacar que, al final, cuando el personaje deja de ser el personaje para transformarse en la actriz, aunque su único parlamento sea desde la perspectiva del personaje, la ruptura, el quiebre, lo que en el café concert denominamos cambio abrupto del actor-personaje-actor, lo realiza de un modo excelente.
Para terminar, quiero mencionar que la economía de recursos escenográficos y de utilería (una enorme puerta de chapa con la cadena y el candado que adquieren valor de personajes; una mesa, dos sillas, plato, una petaca de bebida blanca) son realmente apropiados para hacer sobresalir, para resaltar la soledad sórdida del torturador. Sí, realmente pasé un momento agradable, por eos, a los ingtegrantes del teatro Los de la Vuelta, muchas gracias.     
  José Luis Bigi

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