sábado, 21 de mayo de 2011

EL PRECISO INSTANTE PARA NO SER AMADO, de Diego Aramburo

En Escena: Pablo Martella, Eugenia Hadandoniou, Matías Etchezar, Maximiliano Gallo, Diana Lerma, Analía Juan, Lisandro March, Luciana Sgró Ruata y Belén Castillo; Texto: Diego Aramburo; Diseño Escenográfico y de Iluminación: Emilio Díaz Abregú y Diego Aramburo; Diseño de Arte: Natacha Chauderlot, Luciana Sgró Ruata, Andrés Astudillo; Imágenes: Natacha Chauderlot y Luciana Sgró Ruata; Diseño: Lucas Chami; Arreglos vocales y musicales: Matías Etchezar; Asistencia de Dirección: Matías Etchezar y Eugenia Hadandoniou; Asistencia de Grupo: Verónica Paz; Producción General: Sr. Barbijo Presenta; Concepción Escénica y Dirección: Diego Aramburo. Sala: DocumentA/EscénicA, viernes de mayo y junio.

The world ended when she left (you/me/him)..,  Holy Sprit is in my soul /  Jesus love is in my soul..., he aquí el quid de El preciso instante para no ser amado. ¿Por qué en inglés? Porque el contenido, el meollo de este hecho teatral se da a través de canciones, todas ellas cantadas en ese idioma.
Cuando los espectadores estábamos esperando para ingresar a la sala, los actores ingresaron al hall de entrada y, sin dirigirnos palabras ni miradas, ejecutaron un tema musical muy rítmico, muy pegadizo y muy fuerte, pero cuya letra no fue posible escuchar por la música fuerte en un espacio muy chico y por el bochinche nuestro, de los espectadores. Además, cantaban en inglés. Y cuando el tema hubo terminado, los actores, así como habían ingresado, salieron y se dirigieron a la sala teatral. Y nosotros, como aceptando la implícita invitación, los seguimos y, como los actores, nos fuimos acomodando cada uno en nuestro lugar.
Al entrar a la sala leímos en el piso dos direcciones, una en calle Poeta Lugones y otra en boulevard Chacabuco, directa referencia de que la acción transcurre en Córdoba; y ambas direcciones eran seguidas por el adjetivo "sola". Y, sobre la pared del fondo del escenario, con luces, se reproducía lo escrito en proscenio, en el piso. El ámbito escenico se destaca por estar atestado de sal, sal gruesa, sal que se utiliza para secar, para conservar la carne, referencia a los saladeros del Siglo XIX, implicando a nivel semántico que la acción tiene lugar físico pero no referente temporal. Aunque el episodio mostrado en escena sí tiene referente temporal, el hombre está detenido en un semáforo en el que un artista argentino "va a sacar las pelotitas, va a hacer malabares y va a pedir dinero", semáforo en el que un niño primero y dos después "van a venir a limpiar el parabrisas y van a pedir dinero". Y cuando el personaje, primero con su nena y después sin la nena y metiendo la mano debajo de la falda de una mujer hermosa, manifiesta vocal y gestualmente que el actor argentino y los niños menesterosos llegan, la acción cambia y nadie llega. Esto nos lleva a interrogarnos, ¿realmente espera algo?, ¿espera a alguien? Y al final de la obra entendemos que el personaje pasa toda una vida esperando ese algo, ese alguien, y que nunca llegan porque espera lo material, lo mundano. Lo que finalmente llega es la espiritualidad; el personaje repite, mirando con éxtasis hacia adelante y hacia arriba (hacia el cielo) varias veces "Ahí está, es él, es él, es él... " y el coro empieza a cantar con ritmo de "spiritual": Holy Spirit es in my soul / Jesus love is in my soul...
La puesta fue resuelta con inteligencia, con la estructura de la tragedia griega pero decididamente con la estética Siglo XXI, un corifeo y el coro (estructura griega en donde el coro calza botitas con tacos muy altos, remitiéndonos al los coturnos), acompañados de un grupo musical compuesto por batería, bajo y cantante (el toque Siglo XXI). Y en ese contexto de tragedia griega, director y actores nos presentan un "Gospel", una verdad evangélica, temática de absoluta actualidad.
Debo decir que, más allá de que uno comparta o no el planteo ideológico-religioso-espiritual (yo no lo comparto), El preciso instante para no ser amado, es un texto excelente y que lo que vimos en DocumentA/EscénicA fue un trabajo impecable con excelentes actuaciones, excelente ritmo, voces que realmente sorprenden al espectador, un perfecto planteo y manejo de la música y la iluminación y la elocuencia de la ambientación escenográfica. Por lo menos, eso es lo que me ocurrió. Y tan excelente es el trabajo que se presenta en la sala de calle Lima, que me atrevo a decir que es un imperativo cagegórico ver El preciso instante para no ser amado para todo aquel que sienta el placer estético que los buenos hechos teatrales pueden producirnos. Y, para no alejarme del meollo temático, afirmo: No ver este espectáculo es un pecado.
A todos los que hicieron posible El preciso instante para no ser amado, gracias, muchas gracias.
José Luis Bigi

lunes, 16 de mayo de 2011

COMEDIA CORDOBESA, de Gonzalo Marull

En Escena: Valentina Calvimonte, Franco Cuello, Pablo Martella y Jorge Monteagudo; Realización de Utilería: Cecilia Astini; Diseño y Operación de Luces: Emilio Díaz Abregú; Diseño Gráfico: Florencia De Lorenzi; Secretaria Ejecutiva: Natalia Di Cienzo; Asistente de Dirección: Romina Ise: Dirección: Gonzalo Marull. Sala: DocumentA/EscénicA; sábados de mayo y junio.

Cuando estoy frente a un hecho teatral, nunca permanezco indiferente, y esto es así porque yo, en tanto persona, me encuentro inmerso en, rodeado por, un mondo de personas y objetos; vivo con ellos. Y ese mundo de personas y objetos no me resulta indiferente, tiene un "algo" muy peculiar, un determinado acento o particularidad distintiva que las hacen ser, para mí, mejores o peores; buenas o malas; justas o injustas; bellas o feas; santas o profanas; útiles o inútiles; es decir que ante un hecho teatral hay, para mí, una gradación de valores o, dicho desde el punto de vista de la filosofía, una apreciación axiológica (del griego axeión = valor).
¿Por qué esta introducción al abordar el hecho teatral Comedia Cordobesa, de Gonzalo Marull? Porque Gonzalo, en el programa de mano y en una nota realizada por Beatriz Molinari aparecida en La Voz del Interior el viernes 29 de abril, manifiesta que se ha apropiado, que ha realizado un "palimpesto" (del griego palim = nuevamente, y pséstos = raspado) de la relación amor-odio que Thomas Bernhard (1931-1989) tenía con respecto a su Viena natal. Y Gonzalo, en la nota realizada por Beatriz Molinari manifiesta: "Entonces pensé que me pasa lo mismo con Córdoba, con su teatro, con sus políticos".
Y el contenido axiológico que Gonzalo Marull asigna a su texto Comedia Cordobesa queda evidenciado en la cita textual de Thomas Bernhard: Las calamidades siempre las provoca la masa enfervorizada que aplaude. Todos los horrores provienen de los aplausos." ¡Qué similitud con aquel parlamento que el doctor Stockman dice en Un Enemigo del Pueblo, de Ibsen: Las mayorías nunca tienen razón; es más, siempre están equivocadas."
Gonzalo Marull, el autor, nos plantea dos situaciones diferentes pero que se dan sin corte. En la primera muestra la realidad que vivimos los cordobeses; funcionarios gubernamentales que invierten cifras significativas para contratar directores de Buenos Aires, quienes vienen, casi siempre, evidenciando un desprecio o desjerarquización del teatro que se hace en el interior. Es lo que solemos decir, en la jerga teatral, "vienen ha hacer un choreo". Pero ese choreo obedece a la sumisión genuflexa de nuestros funcionarios teatrales de turno.
El director contratado no sabe qué traer, tampoco le importa. Pero se contacta con un autor local, Marull, quien lo convence de que Córdoba es una comedia, una comedia que se va mostrando a través de un ingenioso juego con tomates.
En la segunda parte, con la aparación de un cuarto personaje hilarante, el espectáculo cobra un ritmo mucho más josoco. Y lo hace para mostrar, a través de un programa de juegos que se emite por TV, a tres políticos, tres candidatos que no solo banalizan la política participando de ese tipo de programas, sino que, además, muestran que son capaces de cualquier cosa, incluso entrar a un tonel lleno de bosta de vaca fresca, con tal de obtener un voto. Y, para mi gusto, si no se los hubiera identificado (Spaghetti, Giacomo y Agua) con tres referentes tan cercanos, la obra hubiese ganado en significación porque hubiera alcanzado el valor axiológico absoluto: los políticos, aquí y en cualquier lugar del mundo, son así. Pero Gonzalo Marull decidió identificarlos con nuestros políticos locales y en este momento particular de la historia, y yo sostengo que los espectadores podemos manifestar qué nos hubiera gustado, qué hubiéramos preferido, pero que el autor es el único dueño y responsable de su obra.
Porque pasé un momento realmente agradable, voy a volver a ver Comedia Cordobesa (y confieso que no soy masoquista, que sólo repito o rehago aquellas acciones que me gustan); a pesar de que, en esta oportunidad, el autor devoró al director, riesgo que generalmente se corre cuando autor y director son la misma persona. Quizá un poco más de juego escénico y no tanta sujeción al texto hubieran sido saludables.
José Luis Bigi