The world ended when she left (you/me/him).., Holy Sprit is in my soul / Jesus love is in my soul..., he aquí el quid de El preciso instante para no ser amado. ¿Por qué en inglés? Porque el contenido, el meollo de este hecho teatral se da a través de canciones, todas ellas cantadas en ese idioma.
Cuando los espectadores estábamos esperando para ingresar a la sala, los actores ingresaron al hall de entrada y, sin dirigirnos palabras ni miradas, ejecutaron un tema musical muy rítmico, muy pegadizo y muy fuerte, pero cuya letra no fue posible escuchar por la música fuerte en un espacio muy chico y por el bochinche nuestro, de los espectadores. Además, cantaban en inglés. Y cuando el tema hubo terminado, los actores, así como habían ingresado, salieron y se dirigieron a la sala teatral. Y nosotros, como aceptando la implícita invitación, los seguimos y, como los actores, nos fuimos acomodando cada uno en nuestro lugar.
Al entrar a la sala leímos en el piso dos direcciones, una en calle Poeta Lugones y otra en boulevard Chacabuco, directa referencia de que la acción transcurre en Córdoba; y ambas direcciones eran seguidas por el adjetivo "sola". Y, sobre la pared del fondo del escenario, con luces, se reproducía lo escrito en proscenio, en el piso. El ámbito escenico se destaca por estar atestado de sal, sal gruesa, sal que se utiliza para secar, para conservar la carne, referencia a los saladeros del Siglo XIX, implicando a nivel semántico que la acción tiene lugar físico pero no referente temporal. Aunque el episodio mostrado en escena sí tiene referente temporal, el hombre está detenido en un semáforo en el que un artista argentino "va a sacar las pelotitas, va a hacer malabares y va a pedir dinero", semáforo en el que un niño primero y dos después "van a venir a limpiar el parabrisas y van a pedir dinero". Y cuando el personaje, primero con su nena y después sin la nena y metiendo la mano debajo de la falda de una mujer hermosa, manifiesta vocal y gestualmente que el actor argentino y los niños menesterosos llegan, la acción cambia y nadie llega. Esto nos lleva a interrogarnos, ¿realmente espera algo?, ¿espera a alguien? Y al final de la obra entendemos que el personaje pasa toda una vida esperando ese algo, ese alguien, y que nunca llegan porque espera lo material, lo mundano. Lo que finalmente llega es la espiritualidad; el personaje repite, mirando con éxtasis hacia adelante y hacia arriba (hacia el cielo) varias veces "Ahí está, es él, es él, es él... " y el coro empieza a cantar con ritmo de "spiritual": Holy Spirit es in my soul / Jesus love is in my soul...
La puesta fue resuelta con inteligencia, con la estructura de la tragedia griega pero decididamente con la estética Siglo XXI, un corifeo y el coro (estructura griega en donde el coro calza botitas con tacos muy altos, remitiéndonos al los coturnos), acompañados de un grupo musical compuesto por batería, bajo y cantante (el toque Siglo XXI). Y en ese contexto de tragedia griega, director y actores nos presentan un "Gospel", una verdad evangélica, temática de absoluta actualidad.
Debo decir que, más allá de que uno comparta o no el planteo ideológico-religioso-espiritual (yo no lo comparto), El preciso instante para no ser amado, es un texto excelente y que lo que vimos en DocumentA/EscénicA fue un trabajo impecable con excelentes actuaciones, excelente ritmo, voces que realmente sorprenden al espectador, un perfecto planteo y manejo de la música y la iluminación y la elocuencia de la ambientación escenográfica. Por lo menos, eso es lo que me ocurrió. Y tan excelente es el trabajo que se presenta en la sala de calle Lima, que me atrevo a decir que es un imperativo cagegórico ver El preciso instante para no ser amado para todo aquel que sienta el placer estético que los buenos hechos teatrales pueden producirnos. Y, para no alejarme del meollo temático, afirmo: No ver este espectáculo es un pecado.
A todos los que hicieron posible El preciso instante para no ser amado, gracias, muchas gracias.
José Luis Bigi
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