La sala está vacía, sólo hay una mesa en medio del escenario. Repentinamente, por la puerta opuesta a la que el público ingresó a la sala, se oyen gritos: Es acá; No, no es acá; Sí, es acá; Te digo que no es acá; Y yo te digo que sí es acá..... Y entran la actriz y el actor, Cora y Luis, empleados de una empresa dedicada al traslado y entrega de encomiendas. Traen una caja que dejan sobre la mesa. A partir de ahí, empieza el juego. Ella quiere contar el cuento de Caperucita Roja; él, el de Blanca Nieves y los Siete Enanitos. Y los cuentan, ambos, al mismo tiempo, superponiendo parlamentos y acciones con los objetos, elementos de descarte como trozos de género, cajas vacías, rollos de cartón que fueron centro de rollos de papeles de cocina o de telas en mercerías, papeles metalizados, etc. Y lo curioso y divertido es que valiéndose de esos elementos de descarte, los van transformando en personajes con vida teatral real. Así, broches de ropa son patos o un centro de rollo de papel de cocina es Blanca Nieves en algunos momentos y una torre en otros. Y, a pesar de la superposición de parlamentos, ambos cuentos son perfectamente contados, ¡y hasta se complementan para crear un nuevo cuento!
El público infantil participa de la acción, pero lo hace de modo espontáneo; nunca de manera compulsiva e histérica inducida por los actores (recurso, por otra parte, muy utilizado en el teatro infantil, especialmente en el teatro de títeres, y muy aborrecido por quien escribe este comentario). Por eso puedo afirmar que la participación espontánea del público infantil indica que éste, el público infantil a quien está dirigida la acción, es atrapada por la historia y por los empleados de la empresa de encomiendas, por Cora y Luis.
En este momento en que la niñez tiene como objetos de juego muñecas Barbi, Play Station, y tantos otros formatos ya programados, resulta altamente saludable que un par de actores muestre que, con materiales de descarte, se pueden crear objetos de juego y darles vida propia. Porque ¿quién duda que el broche de la ropa es un pato?, nadie, porque la imaginación y el juego le dieron dimensión de pato; entonces, ES un pato.
Pero lo que más me sorprendió, y realmente de manera muy grata, es el tratamiento que se le da a la muerte. La niña busca al abuelo en su dormitorio, pero la luz está apagada. Es que el abuelo ya no está en su dormitorio sino que está en el Universo. La niña, a través de un puente de plata (una cinta de embalaje) llega al inmenso Universo y allí se encuentra con el abuelo quien le dice que a partir de ese momento, el Universo será su morada. La niña, sorprendida, lo interroga: ¿Entonces no te voy a ver más, abuelo?,y éste le responde: Cuando me busques, mirá a las estrellas. Yo estaré allí, y así podremos vernos y estar juntos. Pero la niña, curiosa y analítica, pregunta: ¿Y si el día está nublado?, a lo que el abuelo responde, con palabras que no recuerdo exactamente (literalmente) pero que puedo sintetizar en su concepto: Entonces mirate el corazón, porque yo siempre estaré en tu corazón y vos siempre en el mío.
Debo confesar que nunca había visto un enfoque tan tierno, tan poético y tan inteligente del desgarro que significa la muerte de un abuelo para un niño. Y sin ninguna duda puedo afirmar que ésto, el tratamiento poético y natural de la muerte, dirigida a los niños, hace de Un Lugar entre las Nubes un excelente espectáculo. Si tienen posibilidad de ver esta obra de teatro que ofrece Grupo 55 Teatro, no desaprovechen la oportunidad; se los advertí.
José Luis Bigi
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