El Libro de Job fue escrito, según coinciden la mayoría de los estudiosos, hacia 1473 a.C. La temática de este libro de la tradición judía es "el sufrimiento del inocente". Ya desde la más remota antigüedad, los pensadores se ocuparon del problema del hombre bueno que sufre y del hombre malo que es feliz. Platón se ocupó del asunto sin encontrarle una solución que no chocara con la filosofía y la moral.
La temática de Job, el sufrimiento del inocente, es tratada de modo abundante en la mitología griega; baste sólo mencionar a Prometeo, a Edipo, a Hércules.
En El Libro de Job, el protagonista es un hombre religioso, bueno y justo a quien Dios permite que Satanás someta a numerosas y espantosas pruebas. Mientras Job sufre bajo el influjo del Mal, tres buenos amigos intentan consolarlo tratando de convencerlo de que todo su sufrimiento es debido a sus pecados. Job se enfurece, pues él sabe que nunca ha pecado, que acusarlo de pecador es un infundio.
Por último, Dios en persona se hace presente y le explica a Job que todo se trató de una prueba, de una apuesta que Él había hecho con Satanás. Y le devuelve con creces la felicidad.
Hasta aquí, la historia bíblica. Respetada casi a rajatabla por Daniel Pereyra, pero éste finaliza con la rebelión de Job por no entender el por qué de esa actitud de Dios. Y es justamente esa rebelión el mayor acierto, desde el punto de vista ideológico-filosófico del autor, en la versión presentada por este grupo de actores de La Cochera.
Los actores, en complicidad con el director, ubicaron a la acción en Córdoba. Todos los personajes, a excepción de Job (encarna la universalidad del hombre que no se explica el por qué de los sufrimientos), hablan en cordobés; algunos de modo exagerado, otros, como Dimas Games, en el exacto modo cordobés de hablar.
En la versión que vimos en La Cochera, Job se nos presenta ya en la última etapa de su sufrimiento, de sus pérdidas. Sabemos, por los parlamentos que se van sucediendo, que Job supo tener casa, trabajo, una moto y una novia. En el presente de la obra, ya no tiene nada e incluso es avasallado por la novia Jésica, quien le pasa por encima de la espalda la valija con el equipaje.
Los amigos intentan vanamente reanimarlo, rescatarlo, pero Job rechaza toda ayuda; quiere entender por qué le pasa lo que le pasa. E increpa a Dios.
Dios, omnipresente a lo largo de la obra, en un plano superior y con sombra en su rostro (¿acaso alquien sabe cuál es el rostro de Dios?), está perfectamente encuadrado por el marco de una ventana, lo que nos remite a un cuadro. Y hubiera sido muy bueno que, cuando Dios habla, al final de la obra, lo hubiera hecho sin asomarse, conservando la incógnita de su rostro, porque con las apariciones interrumpe el ritmo del parlamento, parlamento muy importante por cierto en el contexto ideológico-filosófico de la obra, y porque al hacer visible su rostro, lo humaniza quitándole la condición Divina.
Dios le recuerda a Job que Él creó el Universo, que Él es el único que da y que quita; en una palabra, le dice a Job que los hombres somos sus títeres, sus marionetas y que Él y sólo Él maneja los hilos.
Y es justamente esa revelación soberbia de Dios la que provoca la rebelión de Job cuando, manejando la moto con Jésica como pasajera, arroja el manubrio, sinécdoque de la moto (símbolo de poder para Job porque él la maneja, porque él la hace avanzar y frenar) y sale raudamente de escena. ¿Abandona la bondad? ¿Abandona a Dios? No lo sabemos, pero son alternativas posibles ya que el final queda totalmente abierto y nos permite, a cada uno de los espectadores, dar el cierre de acuerdo a nuestra ideología, a nuestra concepción filosófica de la vida.
La puesta es excelente y la apelación a la tecnología con la proyección del botón de ayuda, botón que termina en medio de la frente de Job, botón identificado con un signo de pregunta, es lo que nos lleva a pensar que Job terminará en rebelión, porque termina con un interrogante y todo aquel que tiene un interrogante se vuelve anticonformista, es decir, revolucionario. ¡Vaya acierto del autor! y ¡Vaya acierto de la puesta, la dirección y los actores!
Director y actores optaron por el humor, y tengo que decir que, para mí, se trató de una elección acertada porque la profundidad de la temática sólo puede ser abordada a través del humor. Un tratamiento carente de humor hubiera resultado tremendamente tedioso.
Poe último, quiero destacar que las actuaciones fueron bastante parejas, pero creo que es justicia decir que Dimas Games tiene un ángel especial que capta la atención del espectador y se impone por sobre los demás actores.
A todos ustedes, Sergio, Mario, Jorge, Javier, Mónica, Leandro, Verónica, Marcelo, Ernesto, Dimas, Lucas y Paco, gracias, muchas gracias por el hermoso momento que me permitieron vivir.
José Luis Bigi
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