Dieron sala, entramos y, mientras lo hacíamos y nos acomodábamos en sillas, Martín Suárez, el actor, hablaba, y lo hacía en inglés. Me quedé esperando que la obra empezara, es decir, que se abordara el castellano, pero el actor siguió hablando en inglés y yo, lentamente, empecé a entender que la obra ya había empezado. Y puse todos los sentidos para entrar en el juego teatral cuando Martín dijo algo así como I'm Kassandra, I'm a man but my name is a woman's name. Would you know why I'm a man with a woman's name? Y siguió con su relato, relato que, gracias a la excelente actuación de Martín, me fue atrapando de un modo casi mágico, tanto como para que, cuando no había pasado ni media hora, ya me hubiera olvidado que el texto era totalmente en inglés.
Kassandra nos invita a un ágape, una reunión de camaradería porque you are my friends, all of you are my friends, aren't you?
Y la mesa lucía un hermoso mapa pintado de Grecia, de Troya. Y nos sirvieron cordero (sacrificio), vino y pan (la comunión, la última cena), anticipándonos que presenciaríamos un sacrificio, el de Kassandra vendiendo su cuerpo a todo tipo de clientes, incluso a los couchon, a los que les gusta el sadomasoquísmo, práctica que a Kassandra no le agrada pero que realiza porque I need money and the couchon pays good money! Y es una comunión porque a nosotros, sus amigos, nos cuenta casi como una íntima confesión, la verda de su vida, la soledad, la relación con sus padres, con sus hermanos, con la sociedad. Y es entonces que apela a Casandra, la hija de Hécuba y Príamos, reyes de Troya. Y, sacerdotiza (busca en la mochila cartas de tarot) de Apolo con quien pacta, a cambio de un favor carnal, la concesión del don de la profecía. Pero cuando adquiere este poder, rechaza el amor de Apolo quien, al verse traicionado, la maldice y la condena a seguir con el don de la adivinación, pero a la desventura de que nadie le creería jamás sus profecías. Casandra previó la destrucción de Troya, la muerte de Agamenón y su propia desgracia, pero fue incapaz de evitar esas tragedias ya que su familia pensaba que estaba loca.
Kassandra también prevé sus propio final, lo prevé en las cartas del tarot, ve el accidente del taxi que debía llevarla al domicilio de su cliente couchon. Y va, va a su propia desgracia.
Kassandra, en la versión de Blanco-Argüello Pitt, es un taxi-boy sudamericano emigrado a trabajar en la cuna del capitalismo, donde ha aprendido un inglés básico, el de la calle, y el de la calle de los barrios marginales de inmigrantes latinoamericanos, inglés plagado de errores gramaticales, de construcción y de pronunciación. Este rasgo, justamente, aumenta la condición de paria de esta/e Kassandra que, a pesar de todo tiene un perfil tierno e inocente, ama a Abba, el conjunto músico sueco, especialmente una canción que habla de que quien gana toma todo el dinero; pero también es tierno e inocente porque ama a Scarlett, de "Lo que el viento se llevó", y es fanático del conejo Bugs Buny, personaje infantil que siempre triunfa, que nunca es cazado por Elmer, su eterno cazador.
El/La Kassandra que vimos es un personaje hiperrealista, de absoluta actualidad, con un texto absolutamente dramático y excelente, como así también fueron excelentes la puesta (concebir como un sacrificio y última cena, como una confesión necesitada por un personaje en soledad, un paria de la sociedad, un ser humano cabal pero considerado por todos como un loco) y una excelente actuación. Al respecto, confieso que una de las cosas que más me emocionaron cuando salí de la sala, fue comprobar que Martían Suárez, a quien he visto en distintos personajes, ha alcanzado un nivel actoral de excelencia. El manejo de los tiempo dramáticos, las transiciones de la tragedia a la comedia y viceversa, la interactuación con el público siempre respetuosa (you are a boy, you are a boy, you are my boyfriend; it's a joke, man, I love you, it's just a joke) mientras con el puño cerrado se golpea el corazón y después señala con el brazo extendido hacia el espectador con la "V" de la victoria.
También creo que fue un acierto la participación de Pablo Cecere con su contrabajo, personaje omnipresente que conoce la historia de Kassandra, que lo acompaña, que le ayuda a comunicarse con el público cuando Kassandra dice palabras en inglés que cree son incomprensibles para el público porque lo son para él/ella (forbid-forbidding). Personaje que transmite, a través de su música, los estados de ánimo de Kassanra, pero que también se convierte en protagónico cuando ejecuta y canta la canción Money de Abba en versión completa, personaje que, a través de su mirada evidencia que quiere profundamente a Kassandra, pero que no puede impedir el trágico final, el final de tragedia griega a pesar de que, en este caso particular y por ser contemporánea, la tragedia le ocurre a un paria, no a un noble.
Para terminar, me gustaría transcribir un soneto titulado Casandra, de Francisco Álvarez Hidalgo:
En soledad, clavada de agonía / vivo mientras la voz clama y aunque / por carecer, para mi desventura / de credibilidad mi profecía. // Es mi palabra admonición sombría / de la amenaza trágica futura, / oída, no escuchada... Qué locura / tener a un sordomudo por vigía. // Oigo el grito de horror en cada canto, / detrás de la sonrisa veo el llanto, / y en la opulencia el fuego destructor. // ¿A qué fin se me han dado estas visiones? / Soy la sibila de las destrucciones, / Considerada menos que un rumor.
Menos que un rumor..., esa es la Kassandra que Blanco, Argüello Pitt, Suárez, Cecera y Grandinetti nos ofrecieron en la sala de DocumentA/Escénicas. A todos ellos, gracias
José Luis Bigi
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