En escena: Maura Sajeva; Misicalización: Agustín Domínguez; Diseño de luces y escenografía: Lilian Mendizábal; Realización: Matías Unsaín; Gráfica y Escenografía: Gastón Malgieri; Dramaturgia: Maura Sajeva y Daniela Martín; Dirección: Daniela Martín.
En el programa de mano leo que esta obra está basada en la historia de Fedra, según las versiones de Eurípides (480 aC - 406 aCC), Séneca (4 aC - 65 dC) y Racine (1639 - 1699), entre otros. Conciente de que hay mucha gente que conoce la historia de Fedra, pero que también hay quienes no la conocen, me parece atinado hacer una reseña muy sintética.
Fedra era una princesa cretense, hermana de Ariadna, la que ayudó a Teseo a salir del laberinto donde estaba el Minotauro. Teseo rapta a Fedra y tienen dos hijos. Pero ella, Fedra, se enamora de su hijastro, Hipólito, hijo de Teseo y Antíope. Hipólito era un hombre casto, enemigo de las pasiones mundanas, amante de la naturaleza y de la caza, adorador de Artemis. El objetivo de Hipólito era vivir como Ártemis. Rechaza las insinuaciones de Fedra y ésta, despechada, lo acusa de haber intentado violarla y se suicida. Teseo, cegado por la ira, entrega a su hijo a la furia de Poseidón, quien envió un monstruo marino que espantó a los caballos de Hipólito. Éste es arrastrado por los caballos y resultó gravemente herido; muere.
Cuando entré a la sala vi, en el centro del espacio escénico una mujer totalmente desnuda, acostada boca arriba, sobre un rectángulo forrado por una tela brillante que caía hacia los cuatro lados formando pliegues generosos. Realmente una reproducción de Fedra, esculpida en mármol. Y claro, lo primero que me llamó la atención fue esa figura femenina totalmente desnuda.
Y en un momento despierta, cobra vida muy lentamente y nos habla, con una voz muy dulce y perfectamente modulada, casi susurrando, que está muerta. Y nos habla de los cuatro humores que componen el cuerpo humano: la sangre que es roja; la flema que es amarilla clara; la bilis que es amarilla y, por último, la bilis negra. En ese momento, cuando se refiere a la bilis negra explicando que es la única que no se ve pero es la que duele, la que arde, la que entiende y vive el amor, entendemos que esa bilis negra que da título a la obra, es el alma. Pero no en el sentido religioso, sino en la concepción Platónica.
La actriz, Maura Sajeva, se desplaza por el espacio escénico y va teniendo distintas posiciones, mostrando todo el cuerpo y logrando que, a medida que avanza el monólogo en el que habla del dolor del alma, ese dolor que está en algún lado pero que no se sabe dónde, el dolor de haber muerto sin que Hipólito la haya siquiera tocado, poseído. Haciendo un excelente juego de palabras para explicar las diferencias y semejanzas entre el "ser" y el "estar" desde el punto de vista del estado, no del lugar, produce en nosotros, los espectadores, que esa actriz desnuda que nos recibió, se fuera transformando en esencia etérea, en el alma de Fedra con su dolor, con su desgarro y, si en algún momento, por nuestros prejuicios culturales condenamos a Fedra por tratar de seducir a un hijastro, cuando aplaudimos y antes de retirarnos de la sala, no nos acordamos del cuerpo, muy bello por cierto, de Maura; Maura había desaparecido, había mutado alma platótica. Por eso cuando entra a saludar con un vestido negro, me pregunté cómo es el cuerpo de Maura, me di cuenta que no me acordaba porque tenía en mi alma, el alma de Fedra.
Nuevamente la dupla Daniela-Maura lograron emocionarme, como lo hicieran hace varios años con la obra "Griegos" en Documenta Escénica, en la calle Lima.
Porque me regalaron un momento de goce pleno e hicieron vibrar mi alma platónica (¡Cómo me gustan Platón y su maestro, Sócrates!), Gracias, gracias a todos. José Luis Bigi
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