miércoles, 22 de septiembre de 2010

OCHOESPASMOS, Musical siniestro para despertar

Grupo Sr. Barbijo Presenta; En escena: Carolina Estévez, Diana Lerma, Luciana Sgró Ruata, Maximiliano Gallo y Melina Sánchez Bronzini; Dramaturgia: Eugenia Hadandoniou; Arreglos y versiones musicales: Matías Etchezar; Músicos: Matías Etchezar (guitarra / trompeta), Jorge Ossés (contrabajo) y Mauro Schemidt (trombón); Músico invitado: Valentín Scagliola (grabación); Asistencia musical y de sonido: Julieta Reyes; Diseño y realización de arte: Andrés Astudillo, Natacha Chauderlot y Evelina Ressa; Colaboración en vestuario: Luciana Sgró Ruata; Realización de muñecos: Natacha Chauderlot; Diseño de luces; Emilio Díaz Abregú; Gráfica: Lucas Chami; Coreografía: Verónica Martínez; Prensa: Natalia Díaz; Asistencia de dirección (primera etapa): Pablo Martella; Asistencia General: Luciana Sgró Ruata; Producción General: Sr. Barbijo Presenta; Concepción escénica y dirección: Eugenia Hadandoniou.

Cuando empecé con los comentarios de espectáculos teatrales realizados por grupos independientes de Córdoba, en 2008, aclaré que sólo hago comentarios de aquellos espectáculos que me han con-mocionado, es decir que han movido a nivel intelectual o vivencial o emocional mi persona. Y tengo que decir que con Ochoespasmos no me con-moví. Salí del teatro totalmente indiferente y algo aburrido por la monotonía rítmica que domina el espectáculo. Pero..., y he aquí que aparece un pero, en mi casa empecé a pensar acerca de lo que había visto en Espacio Cirulaxia. ¡Y entendí que algo me había con-movido! Por eso recién hoy, miércoles, estoy en condiciones de escribir algo sobre Ochoespasmos. ¡Cómo me hicieron pensar, chicos, cuatro, CUATRO días!
La historia es simple: una adolescente reprimida por las convenciones sociales, por las creencias religiosas y por los prejuicios culturales del occidente judeo-cristiano en que vivimos los argentinos, se encierra en un baño, ámbito privado por excelencia ya que es el lugar donde, generalmente, estamos solos y realizamos acciones íntimas: orinamos, defecamos, nos liberamos de las impurezas a través del aseo y nos masturbamos. Y en ese baño en que la protagonista se aísla del mundo sumergiéndose en la bañadera hay, como en todo baño, un espejo, espejo en el que nos descubrimos los granos, los barritos, las arrugas, los rollos, en fin, espejo que, en la intimidad nos devuelve nuestra realidad, esa realidad íntima que nos pertenece a nosotros y a nadie más, esa intimidad que constituye nuestro secreto. Pero también es el espejo de nuestras fantasías que, como en este caso y remitiendo a la obra de Lewis Carroll, el espejo es mágico. Pero Alicia no entra en él sino que los personajes emergen. El conejo, el zorro, la virgen-madre, la pulsión erótica, el amor. Por eso durante el transcurso de la obra el afuera es tormentoso, llueve, mientras que al final, cuando la protagonista asume su sexualidad (nótese que no utilizo el término homosexualidad, y no lo hago porque sostengo que en la vida existe el género y la sexualidad los que se dividen en género masculino y género femenino, y la sexualidad en héterosexual y homosexual) por eso digo que, cuando la protagonista asume y vive su sexualidad, la canción Sunday's smile invade la escena. La risa, sinónimo de emoción o conmoción violenta, ya sea de alegría que de tristeza, y la risa del domingo, día de fiesta, si los hay, día libre de obligaciones laborales y, por ende, significante que desemboca en el signo libertad. Porque la protagonista, finalmente, encuentra la libertad para ser ella misma.
El trabajo actoral es excelente y parejo, y se advierte en todo momento un trabajo meticuloso y detallado; no hay nada librado al azar, todo, pero absolutamente todo está pensado y justificado. Quizá hubiera convenido que la letra de las canciones fueran en castellano porque no todos los espectadores conocemos el inglés; pero este es simplemente un comentario ya que, aún no entendiendo el significado de la letra de las canciones, la melodía logra una comunicación perfecta del estado de ánimo de la protagonista.
Para terminar tengo que decir que, aunque el rítmo general es excesivamente monótono (sólo hay fogonazos, chispazos de altración rítmica), el nivel profesional y de entrega de todos y cada uno de los integrantes del elenco al hecho teatral es altamente loable y nos permite, a los que ya estamos transitando la última etapa de nuestras vidas, tener la esperanza de que el buen teatro no morirá nunca. Porque mientras haya gente que, más allá del rítmo que le haya impreso a un espectáculo en particular, tiene el nivel profesional, la entrega y la seriedad demostrados por los integrantes de Ochoespasmos, las esperanzas del teatro se convierten en certeza.    
José Luis Bigi

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